domingo, 21 de agosto de 2011

Capitulo Nº 13



-Ven aquí… -rompió el silencio al invitarme a sentarme junto a él.
-Es mágico esto…-susurré maravillada -es inspirador. Mira que yo no escribo, ni pinto, pero esto es una invitación a hacerlo por primera vez.
-Estaba seguro que te iba a gustar -aseguró y con sus manos me obligó acostarme a su lado - ¿sabes por qué?
-¿Por qué?

-Sencillamente por que me gusta a mí y como estamos conectados... -dijimos a coro y acto seguido nos reímos como niños.
-¡Ah! ¿Si? –Exclamó - ¿tan predecible soy para ti?
-Más o menos -logré hablar sintiendo su peso sobre mí, recorriendo ese rostro tan varonil, atractivo y alegre que especialmente tenía con el brillo del sol en sus espaldas.
-¿Y qué crees que voy a hacer ahora?
Pensé por un momento y me adentré en sus pupilas.
-Creo que me vas a besar.

-¡Error! ¡Error! -Exclamaba a la vez que entre risas rodábamos cuesta abajo por la hierba. 
Cuando llegamos a la orilla amenazó con meternos y luché con todas mí ser para impedirlo. Me empecé a enfadar sintiendo que su fuerza era mucho mayor que la mías y utilizando hasta los dientes logré escapar.

-¡Ah! Te gusta a lo bruto ¿no? -habló agitado cuando había logrado alejarme para ponerme de pie ,frente a frente.
-¡Basta! ¡Compórtese señor Enrique! –amenacé entre risas nerviosas ya que sabia que mucho más no iba a poder combatir.
Me miró fijamente.
Estaba erguido, con su amplio pecho subiendo y bajando. Como un guerrero ansioso de lucha, serio y amenazante comenzó hacer movimientos calculados de artes marciales.
-¡Como me toques...!

Me salió con tono nervioso al verlo cada vez más cerca. Miré para donde me podía refugiar pero no encontré lugar seguro, su mirada estaba clavada en mí, y sus labios me indicaban que pronto sería su presa. Mi pecho subía y bajaba con rapidez, agitada y mi mente pensaba desesperadamente dónde me podía esconder de mi implacable contrincante. En ese segundo de indecisión un solo movimiento de él, me atrapó entre sus brazos, dejándome a su merced y sin escapatoria.

-Te aconsejo que te quites las zapatillas…-murmuró en mi oído, que lejos de enfadarme, me dio un repentino escalofrío de excitación.
-¿No serias capaz? -pregunté haciendo fuerza para zafar de sus implacables garras.
-No logré resistirme cuando apenas te conocía…-su voz seguía en mi oído a modo de secreto - imagínate ahora.

Alejé mi cabeza y en sus ojos me di cuenta que nada iba a detenerlo. Rindiéndome con un gesto, logré que me soltara y poner a resguardo mi calzado. No tenía ganas de mojarme así que aprovechando que se sacaba la camiseta, corrí con todas mis fuerzas hacia el sendero. 
En un parpadeo sentí todo su cuerpo tan cerca mio, que oía su respiración, sus ansias de agarrarme y el ruido de sus pisadas. Mis palpitaciones aumentaron considerablemente con todo el nerviosismo que se me había despertado, sabiendo que la persecución llegaba a su inminente fin y quien seria el victorioso.

Girando apenas mi cabeza lograba ver sus dedos rozándome el hombro, el corazón me latía en mi oído y las gotas de sudor corrían por mi sien. 
En pocos minutos pasó a ser mí más temido enemigo. 
Riendo porque ya no me quedaba escapatoria, di una vueltas por el tronco más próximo. Estaba cansada, acorralada y podía sentir mi sangre apresurada por mis venas.
-Por favor… -llegué a decir.

-Ahora si que no te perdono, ¡que huyas de mi…! ¿Dónde se vio una cautiva tratando de escapar de su raptor?
-Es que…, es que no me apetece mojarme… -logré decir entre las respiraciones apresuradas.
-Bien -propuso cambiando el tono -¿hacemos las pases?
Lo estudié antes de darle la mano, él también sudaba pero menos que yo, su pelo estaba revuelto, el torso apenas brillante y algunas hierbas se le habían pegado en su rostro. Sus ojos me decían claramente que no se daba por vencido, que estaba esperando ponerle un dedo encima a su presa indefensa, para lograr su objetivo.

 La visión que me regalaba era la de un guerrero esperando el mínimo descuido para hacerse con su enemigo. Estaba serio, atento y con su amplio pecho en guardia. Las manos descansaban despreocupadas en su cintura y las piernas algo separadas. Me hizo acordar a los espartanos, fuertes, expectantes y calculadores.
 Mi piel volvió a reclamar su cercanía y pestañeando regresé a la realidad. 
Con la seguridad que no me libraba del chapuzón, miré qué tan altas tenía las ramas el árbol que rodeábamos, cuando dijo entre risas.

-Dijiste que no te treparías a los árboles, además…, ahí te atrapo seguro.
Me arriesgué, ya que comprendí que no tenía escapatoria, apenas mis dedos rozaron los suyos me tomó con fuerza y como un saco de papas me cargó en su hombro y volvimos a la orilla.

Casi no me había dado cuenta lo oscuro que estaba ya que  sumergidos en la laguna la estábamos pasando como niños. El agua era fresca, a nuestro alrededor un paisaje digno de ser admirado y él como única compañía. Qué más podía pedir.

-Creo que tenemos que volver.
-¡No! ¿Por qué?
-¡Con lo que me costó meterte! ¡Ahora te quieres quedar! –y acercándose me rodeó y separando un mechón de pelo de mi mejilla continuó -¿Sabes que pasa? que no hay luz en esta parte y se esta haciendo de noche.
-¡Ah! -dije un poco alarmada -entonces volvemos.
-Pero no tengas miedo ¿he?
-No miedo ninguno…- comenté saliendo del agua -si ya me di cuenta que sabes luchar.
-¡Y tu! –gritó escandalizado -¡Me diste fuerte en una costilla!
-¿¡Yo?! ¡Pero qué mentiroso! -insinué gran indignación.

-¡Y me mordiste...!
-¡Ja! ¿Dónde viste una cautiva pegándole a su raptor? 
Me reí con fuerzas mientras recogía mi calzado.

Durante el camino de regreso sólo se limitó a discutirme quien había empezado a pegar a quien, la luz era cada vez más escasa y entre bromas de hombres lobos y fantasmas llegamos.
-¿Qué te gustaría comer? -preguntó cuando me secaba el pelo con una toalla.
-Me da igual, ¿y a ti?

-A mi, canelones -dijo peinándose con los dedos el cabello mojado todavía por la larga ducha que se había dado, desde el baño.  
-¿Y qué, me vas a decir que viene Paulina y te los trae?
-Algo así… 
Lo vi caminar con el pantalón gris del piyama, que parecía estar a punto de caérsele como única vestimenta, hasta la heladera donde sacó una bandeja lista para meter en el horno.
-Así que tenes todo listo ¿no?
-Sí, en casa saben que estando yo ahí, tienen que estar preparados para cualquier plan.
-Ya me doy cuenta…

-Bueno, yo ya cociné, ahora te toca poner la mesa.
-Qué rápido eres ¿no? -y con una carcajada me sirvió un poco de vino.
-Es dulce, pruébalo.

Durante la cena hablamos de canciones, de inspiraciones y de cómo arreglaríamos el mundo. De pronto un silencio pasajero se instaló entre nosotros y su pregunta me sorprendió:
-¿Extrañas a tus hijos? -no hacia ni un segundo que las caritas de los dos habían pasado por mi mente.

-¡Acabo de pensar en ellos! Estuve todo el día desconectada de…, los chicos -por no decir de Leandro y de mi otra vida -ya que con mi cuñada están más que contentos, pero recién…, no sé…No sabes lo que disfrutarían acá, pero ya falta poco. -Terminé un poco incomoda.
Él llevo los platos a la pileta, se apoyó en la mesada, cruzó los brazos en su pecho desnudo y desde ahí volvió a hablar en tono grave.

-¿Ya sabes cómo vas a reaccionar cuando estés en Buenos Aires?
-No, y no creo que lo sabré hasta que este allá -hablé mientras terminaba de levantar algo nerviosa la mesa -de normal no soy de premeditar mis actos, creo que voy a actuar como me salga. 
 El silencio se podía tocar, toda su atención estaba en mi espalda y yo no quería mirarlo.
-¿Tienes otros motivos aparte de tus hijos para quedarte con él? -un escalofrío me recorrió la columna vertebral y mi respiración se hizo cada vez mas pesada. –Si no quieres no me respondas…

Tenía tantas respuestas buscando en mi cabeza desde que lo había besado por primera vez…, tantos interrogantes me acechaban desde hacía días que mi cabeza no encontraba las palabras adecuadas.

-No se trata de querer…-dije mirando por fin a sus ojos que hablaban de ternura, de protección, de expectativa o esa fue lo que me pareció -lo que pasa es que es difícil de contestar, más hoy. - Sin pensarlo me acomodé a su lado, apenas rozaba su piel pero eso bastaba para sentir su calor. Traté de alejar mis pensamientos de su físico y empecé a hablar.

-Ya te conté que cuando lo conocí éramos muy chicos, me enamoré en el mismo momento que lo vi, obviamente con el tiempo esas sensaciones se aplacan dejando la relación en sí, no digamos rutina,  pero en mi caso se asemeja un poco.

Hice una pausa y en un instante me había trasportado hasta mi matrimonio por diferentes etapas, noviazgo, el “sí” en el altar, los nacimientos, las discusiones. 
 Respiré profundo y sabiendo que él estaba muy atento, pero tenso y con la vista al frente, me sinceré.

-De golpe me encontré con una familia y las responsabilidades que eso conlleva y a lo único que espiro es a ser una buena madre y una esposa aplicada -terminé con una sonrisa un tanto amarga.
Por el rabillo del ojo vi que había girado su cabeza hacía el lado contrario y aunque no me crucé con sus ojos, sabía que algo me quería decir.

–Pero las cosas son así -traté de seguir con mi relato -tengo implantado en mi cabeza que, a no ser que pase algo muy fuerte, tengo que estar a su lado. Pero no todo es malo, no me puedo quejar de mi vida, él es buen padre, es cariñoso a su manera y…, es mi marido.
Nuestros ojos se encontraron a la vez. Sentí algo amarga su mirada y con una punzada en el pecho, las palabras brotaron solas de mi boca.

–Además juega un papel muy importante la culpa…
-¿Por qué? – Su voz sonó fría y neutra.
-Porque trabaja mucho para que no nos falte nada ¿sabes? para que yo me quede en casa con los chicos…
-¿Y? –Sus ojos atravesaban mis pupilas intensamente.

-Y es cuando siento que no puedo pensar en otra persona.
-¿Él es buena persona y eso hace que no te permitas pensar en ti?
Su ceño estaba fruncido, marcando unas líneas entre las cejas a modo de incomprensión. Estaba más atractivo que nunca y tuve que contener las ganas de abrazarlo, de fundirme en él y dejar esa conversación.

-Y de alguna manera, si. A veces pienso que si él encontrara otra mujer, seria más cómodo para mí. No cargaría con la culpa de haberlo dejado por otra persona mientras él estaba poniendo “todo” por nosotros.

Los dos estábamos apoyados en la mesada, nuestras miradas volvieron a recorrer sin atención la cocina, la distancia que nos separaba era minima y pude sentir sus músculos del brazo que me rozaba como se tensaban.
-¿Lo amas?
Mi corazón se aceleró, las manos se me enfriaron y en mi pecho una pesadez comenzó a crecer. Era una de las preguntas más difíciles de responder y que me hacía meses antes de mi viaje.

-Ahora no estoy tan segura…, como siempre dije: “cuando a mi, otro hombre me guste, antes de llegar a la cama, me separo por que es una clara señal que mi matrimonio no funciona” -Sonreí con una mueca de amargura al escucharme a mi misma y terminé – Cómo si fuera tan sencillo…
-¿Y hoy que piensas de tu matrimonio?

-Hoy, estoy convencida que algo esta mal, pero no me veo llegando y tirando toalla sin más, por él y por mí. Dejar mi vida y empezar sola…no se si podría. Pero por otra parte, no se como voy a estar con él, nada será igual al volver.
-¿Nada?

Parecía satisfecho con mis palabras. Nuestras pupilas se encontraron otra vez, el marrón de sus ojos se había aclarado y sintiéndome protegida con su intensa mirada, un nudo se me hizo en la garganta.
-Nada. No sé cómo voy a ocultar mis sentimientos, cómo voy a reaccionar con sus besos y qué voy a sentir cuando me toque…

Recorrí la pared de la cocina sin atención, no podía mirarlo ya que me dolía hablar de Leandro con él. Era algo para lo que no estaba preparada, de ninguna manera.
-A mi…, a mi tampoco me gusta imaginarme como vas a estar con él…

Mi respiración se hizo pesada, me costaba tragar y los ojos se me humedecieron. Con un rápido movimiento se giró y se paró delante mío, apoyó sus manos en la mesada al lado de mis caderas y me miró. Era una sensación de “te rodeo pero no te toco”

Estaba temperamental, lo leí en sus ojos. Humedeció su labio inferior y suspiró. “¿Por qué no nos conocimos antes?” le dije con mi mirada “¿Por qué nos pasó esto…?”
-Kiky…-murmuré -no quiero seguir hablando…

-Es que lo necesito, en el barco cuando me dijiste que te ibas, sentí algo acá… -dijo tocándose el pecho a la altura el corazón.
-Basta -le supliqué con las mejillas encendidas.
-No voy parar –su respiración movía apenas mi flequillo -tengo que decirte lo que me pasa. Estoy atorado de palabras…, estoy nadando entre emociones que solo tú has despertado, llevándome a desear cometer verdaderas locuras...

La distancia era mínima y aunque no lo tocaba, el calor y la energía que generábamos la podíamos palpar. Me sentí rodeada, abrazada y acariciada solo por su proximidad y sus ojos clavados en mí.

-Cuando me dijiste que te ibas, sentí algo acá que no me dejaba pensar en otra cosa. Le di vueltas al tema, le busqué excusas, traté de razonar y no de sentir… pero la verdad es que no quería que te fueras. No quiero quedarme en casa…, sin ti.-Enfatizó palabra por palabra. 

-No podes decirme esto…-dije con la voz entrecortada -no me hace bien saber que es más que una atracción… Me da miedo saber que tu también, me extrañarás.
-Lo descubrí en ese momento amor, y lo confirmé hoy. Mi cabeza no paró hasta que te pedí que te quedaras, estaba…, tenso, malhumorado y desorientado. No sabia cómo pedírtelo, no tengo derecho a hacerlo y a la vez, te siento tan mía...

-Por favor…-le supliqué con la vista empañada por las lágrimas -por favor, que me siento mal.
Con mucho cariño me tomó de la barbilla y mirándolo me di cuenta del sentimiento inmenso en el que estábamos sumergidos.

-¿Cómo no enamorarse? -si era el rostro más tierno y hermoso que había visto, sus ojos eran los más profundos y comunicativos que había conocido y su cuerpo el más provocador que había tocado. Solo sentía sus dedos cerca de mis labios, pero era suficiente para que mi cuerpo reclamara más y mas.

-No puedo luchar contra lo que siento –su voz sonó baja y ronca -para mi no es fácil tampoco. Lo que empezó como una diversión, pasar un buen rato, poco a poco fue siendo una atracción para terminar en una necesidad y sé, la vida que tienes, sé lo que te aguarda en tu casa y me cuesta pensar en lo lejos que te vas a ir, en horas no más.

Mi cara estaba mojada y mis manos subieron hasta su pecho que estaba caliente y acogedor, miré nuestra piedra entre sus vellos y bajé los parpados porque no encontraba palabras para expresar lo sentía.
Una lágrima rodó.
Respiré su aliento.
Me tomó de las muñecas y suavemente besó la palma de una de mis manos y se las puso con ternura en su cuello. Sus ojos se instalaron en mi colgante y lo tocó.
-Sabes que seré yo quien te toque ¿verdad?

Mi llanto no lo pude contener y hundiendo mi cara en su pecho me acurruqué mientras sentía sus dedos firmes entre mi pelo. Sus brazos al fin me habían rodeado con esa fuerza que me hacían sentir tan segura y protegida como asfixiada y acalorada.
-Cómo voy a hacer…-comencé a hablar -yo no quería que fuera tan intenso lo nuestro, yo…, yo ya era feliz con haberte visto, o con la primera charla…, pero esto es muy fuerte.
-Lo sé amor, pero esta y no lo buscamos, vino solo y solo nos queda disfrutarnos.

-Por momentos lo logro. solo me limito a mirarte, a tocarte, a besarte…, pero cuando pienso en las horas que nos queda, me angustio, me desespero.
-Tranquila…-susurró mientras levantaba mi cabeza con sus manos -todo se arreglará. Déjame a mi.

Sin poder evitarlo sonreí a modo de incredulidad.
Me besó tiernamente, tomándose su tiempo, deslizando su lengua en mi interior y poco a poco todo lo demás comenzó a perder importancia. Solo cerré los ojos, acaricié su nuca y me dejé llevar lejos.
-¿No confías en mi? –habló con la voz más ronca que había oído en mi vida rozándome los labios con los suyos.
-Completamente…


Contesté luchando entre la razón y el sentimiento “¿confiar en qué...?” si nuestras vidas estaban a años luces de distancia, pero rápidamente volvió a mis labios haciendo que la razón se calle y deje que mi instinto saliera a complacerse con él. Las manos inquietas se movieron por todo su cuerpo, mis labios no dejaban de besarlo y la remera larga que me había puesto me empezaba a asfixiar. Su mano llegó decidida al centro de mi cuerpo, al centro de mí ser y de una manera experimentada y atrevida me acarició, me tocó zonas puntuales que me obligaron a agarrarme a su espalada con todas mis fuerza.

Sus dedos imperativos entraron mientras me robaban un gemido profundo e incontenible. 
Mordí su hombro. Y de una manera inesperada sus dedos salieron de mi interior, pero mi cuerpo solo quería más. Sujetó con fuerza ambos lados de mi cintura, y de una manera puramente sexual embistió contra mi. A pesar de la ropa, su excitación me llegó hasta lo profundo. 
Experimenté un dolor delicioso. Tiré mi cabeza hacia atrás, me arqueé y me dejé arrastrar. Respiró en mi garganta.

Gimió con agonía y volvió a empujar.
Su movimiento fue tan preciso y rápido que casi no advertí que me había llevado hasta la mesa, me sentó arriba y se quedó de pie entre mis piernas abiertas. Sus manos quedaron en la base de mi columna vertebral y ejercía una fuerte presión para que estuviéramos más juntos.
-Dios…, como voy a extrañarte… -murmuró entre mis labios.

-Y yo…- hablé con los ojos cerrados.
-Seré yo quien te lleve a lo más alto de tu placer…
Lo dijo en tono imperioso a la vez que se restregaba más contra mi, el dolor fue placentero y aunque las prendas se interponían su erección rozándome rítmicamente era mas que palpable.
Una mano posesiva amasaba mi pecho. En ese momento comencé a sentir oleadas de calor y mi respiración paso a ser un leve jadeo.

-Kiky…, detente.
-¿Por qué? -preguntó con una traviesa sonrisa entre beso y beso.
-Porque no me podré contener…- logré contestar aturdida.
-Regálame tu placer…
-No…, detente.

Le supliqué sintiendo que el orgasmo era inevitable y por un minuto creí poder con él e intenté separarlo de mí, pero fue inútil, solo logré que ejerciera más poder y que la sensación fuera más intensa.
-Amor…, mírame…, regálamelo…-Y fue cuando abrí los ojos con pereza y lo vi con su media sonrisa disfrutando conmigo.
-Dios… Kiky… ¿y tu?
-Tenemos toda la noche, princesa.

Y esas palabras fueron la última señal de realidad que advertí ya que solo con su roce, alcancé el momento cumbre como hacía años que no me pasaba. Temblé mientras su respiración me entraba bruscamente en el oído. 
 Mi mirada quedó clavada en él cuando bajaba lentamente de mi estado de éxtasis.
-Eres hermosa…- habló antes de besarme apasionadamente.
Me recuperé en su hombro, acaricié su espalda y escuché su pregunta.
-¿Crees que podrás subir las escaleras?

-Si, ¿Por qué?
-Porque a mi me va a costar… -bromeó haciéndome sentir su dureza que aun tenía.

La tormenta no tardó en llegar en su dormitorio, mi cuerpo a pesar de todo seguía pidiendo más y él estaba más que dispuesto a saciarme. Volví a sentir la fuerza de la naturaleza que nos embriagaba, la potencia de sus besos y los devastadores efectos de sus caricias. La temperatura subió, el aire no era suficiente en mis pulmones y la cordura brillaba por su ausencia. Podía sentir todo su ser, como un lazo tibio y protector que se fundía con mi alma.

Me encontraba arriba, tratando de darle el mayor placer, sintiéndome dominante y más femenina que nunca.
La habitación de golpe se iluminó, el respaldo de la cama fue más blanco todavía y el rostro de Kiky entre las almohadas, sonrió.
Entre la pasión y la realidad me di cuenta que no lo estaba imaginando, esta vez la naturaleza estaba presente y en estado puro.

-¿Qué fue eso? -Pregunté agitada, sintiendo las últimas señales de mi orgasmo.
-Un relámpago… ¿les temes? –su voz a pesar del momento de placer que acababa de experimentar sonó ronca y algo divertido.
Con otro rápido movimiento me acomodó sobre su lado derecho y me estrechó con dulzura.
-No, es a los rayos a los que les temo –me confesé entre los músculos de su pecho brillando de sudor.
-Otra cosa por la que no debes preocuparte.

Me abrazó con un poco más de fuerza y el beso que me dio en la cabeza resonó en el cuarto.
-No… ¿y eso?
-¿Te olvidas que estas con el hijo de Zeus?

CAPITULO 42

Presentación

Bueno, el comienzo de una nueva etapa llegó y estoy feliz de compartirlo contigo. Algunos de ustedes ya me conocen por Facebook y para los...