viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 12




Reclamaron su atención y salimos del hechizo. Sentirnos así de reprimidos era tan nuevo como agobiante, al punto de tener que sentarme ya que mis rodillas amenazaban con doblarse. “No sabía cómo pedírtelo” De modo que ese era el mensaje. 

 -Dios, ¿qué voy a hacer? -pensé recordando más frases- Él tiene razón, esto se está volviendo peligroso. Yo también me sentía temperamental, impulsiva y caprichosa. No quería despedirme, ni darle un último beso, un último abrazo…

Tuve que cerrarle la puerta a todos esos pensamientos ya que la puerta se abrió y en pocos minutos nos dirigimos al escenario. Los músicos lo recibieron con efusivos saludos y él volvió a presentarme. En cuanto comenzaron los primeros acordes me sentí algo perdida.  
-¿Dónde me pongo?

-Donde quieras, todavía eres mi mujer -miró hacia cualquier lado para disimular y con la respiración pesada y los puños cerrados, me alejé. 
Tenía miedo de no poder contenerme ya que quería abrazarlo, contarle mis emociones con la oreja apoyada en su pecho..., oír su voz ronca otra vez, saborear un beso torrencial, pero me tenía que controlar.

La música empezó y entre bromas y equivocaciones me despejé, llegué a divertirme mucho ya que se notaba el compañerismo y el buen ambiente de trabajo que los unía. 


De pronto el encargado de la organización, un hombre de espaldas anchas, rubio con el pelo bien corto y ojos terriblemente celestes, se acercó.

 -Hola, quería preguntarle si no le gustaría tomar asiento?
A causa del volumen de la música le pedí que lo repitiera pero esta vez en mi oído. El hombre con una sonrisa amplia así lo hizo y en ese momento, la música se detuvo. Me negué y le agradecí el detalle y solo por unos instantes lo vi alejarse. 
-Que atento...

 -Holllaaa…-escuché desde los parlantes y nuestros ojos por reflejo se encontraron. Le dio dos golpes al micrófono fingiendo que no funcionaba bien mientras me dedicaba una mirada amenazante, retadora y desafiante. Me sonreí para demostrarle que era ridícula su postura y mientras se humedecía el labio inferior, una de sus cejas me informó que ya hablaríamos. Me volví a sonreír y cuando levantó su mano, “Shake your bon-bon”  comenzó a sonar.


 El profesionalismo lo obligaba a seguir trabajando a pesar de cualquier obstáculo y a separar sus dos vidas sin problemas. Ver su baile y el dominio del escenario en un ensayo, fue una experiencia fascinante. La adrenalina, su carisma y la seriedad con la que daba órdenes se convirtieron en un combo muy excitante. 

Era la primera vez que disfrutaba de su música en vivo y me encontraba realmente absorta, hasta que..., llegó el momento de la venganza.

Tuve que desviar la mirada cuando fue el turno de las bailarinas, puso una sonrisa arrebatadora para juguetear y abrazarla y fue cuando una sensación territorial se apoderó de mí. Suspiré apretando los dientes y mirando hacia la nada conté hasta diez . 

Los pensamientos giraron a gran velocidad, así era su día a día, mujeres, fotos, fama, fiestas, y fue cuando tomé la decisión, me quedaba.

Su voz penetró y temblé al recordar el tono imperioso con el que me pidió dos días más. Si a eso le sumaba las ganas de abrazarme que casi palpaba en cada encuentro de miradas, daba como resultado una buena excusa que darle a Leandro. 

  Sabía que podía llamar y decir simplemente que me quedaba pero, al regresar iba a tener que dar explicaciones que no quería. Cuanto menos entrara en detalles sobre mi estancia, menos probabilidades tenía de contradecirme.

 Si Leandro sospechaba que le ocultaba la verdad iba a estar en un serio problema, me conocía lo suficiente como para saber que si mentía era por que algo muy importante. No pararía hasta saber el porqué, y luego...

Por eso tenía que ser inteligente, pensar en algo creíble y que no levantara sospechas ya que de algo estaba segura, si tomaba el vuelo nocturno con destino Buenos Aires, me iba a arrepentir toda la vida. 

Los chicos no eran un impedimento, sabía de sobra que mi cuñada los trataba como a sus propios hijos y que la estaban pasando muy bien. 

Sin saber si estaba permitido o no, prendí un cigarrillo y mientras escuchaba conversar a Ricky con sus músicos, decidí quedarme cómo sea. Me estremecí de solo pensar en volver a dormir entre sus brazos. Como había dicho Dani, el sufrimiento no lo podía evitar pero sí, retrasar unos días más. Me daría la oportunidad de disfrutar del hoy, total..., -quién me quita lo bailado


 Estaba agitado y con su cara mojada de sudor, cuando solicitó que le acercaran una toalla de mano. Dejó con soltura el micrófono sobre el piano y en el preciso instante que encontraba la excusa perfecta, él fijaba su vista en mí como si lo hubiera llamado. No me sorprendí que así sucediera, como tampoco la imperceptible sonrisa que me dedicó. Complicidad pura y dura. Me mordí el labio inferior, tenía tantas ganas de besarlo... 

“Dos días más aguardan por nosotros” le comuniqué con la mirada “no desperdiciaremos ni un minuto” pude leer en los suyos. La batería sonó y los ojos se desviaron rompiendo el mudo diálogo, se secó la cara, tiró la toalla, tomó agua fresca de la botella y cantó “Bella” con una intensidad que casi llego a las lágrimas.

 Llegamos a la camioneta entre saludos y algún que otro grito, dos hombres que habían estado en la oficina nos acompañaron y uno le dio una carpeta con papeles. Se saludaron y bromearon, con él había discutido por teléfono en el camino.
-En diez minutos estoy en la autopista, ¡si quieres me puedes llamar!

Nos sentamos a la vez y el perfume de su ropa limpia que se había cambiado, despertó mis sentidos. Maniobró marcha a tras y con mucha suavidad salió del estadio.
-¿Ya lo tienes verdad?

-Creo que sí.
-En el escenario.
-Sí, en el momento que lo pensé nos miramos -dije como si fuera de lo más normal.
-Es que estamos conectados -terminó con ternura y tomó mi mano con fuerza -cómo me costó pedírtelo…

-Ya me di cuenta, no sabía lo que te pasaba y no quería incomodarte a preguntas.
-Tú no me puedes incomodar, pregúntame lo que quieras, cuando quieras. 
Nuestros ojos cargados de cariño se cruzaron y ya más relajados en la intimidad de su coche me sentí cómoda, segura, mimada como el primer día.

-Toma, llámalo -sus palabras me hicieron mirarle la mano extendida con el celular.
-¿Ahora?
-Sí, en unas horas sale tu supuesto vuelo.
-Eso ¿y los pasajes? No había caído en cuenta…
-De eso me encargo yo, tú por eso no te preocupes. Ahora llama para que nos quedemos tranquilos.
Respiré profundo y marqué el número de la oficina de Leo.
-Hola -se escuchó del otro lado

-¿Leandro?
-Sí ¿qué tal? Hoy salís ¿no?
-Bueno por eso te llamaba…- hice una pausa mirando sin atención la autopista casi despejada.
-¿Qué pasa?
-Pasar, no pasa nada, es que como el dueño de casa se va hoy, con Pau pensamos que me podía quedar hasta el domingo -tardó en contestar y de reojo pude ver la expresión tensa que tenía -¿Qué te parece? 

-Y qué te voy a decir, si seguro vas a hacer lo que te de la gana.
-No me hables así, cambiaría el pasaje para el domingo a la mañana, hace tres años que no nos vemos.
-Si ya sé pero te fuiste por cinco días y resulta que te quedas una semana.

-Bueno pero no te estoy diciendo un mes -repliqué a la vez que Ricky pasaba el cambio y se peinaba con los dedos -son solo dos días…
-Sí ya sé, para ti es muy fácil, pero yo estoy trabajando y cuidando de los chicos ¿o te olvidas que tienes hijos?
-No Leandro -hablé con tono cortante - ¿cómo me voy a olvidar que tengo hijos? es sólo que no tuvimos tiempo de nada, ella se la pasó trabajando y…

-¡Ah! ¡Y por eso yo pago los platos rotos!
-De eso nada, además ¿quién me empujó prácticamente a que viniera?
-Sí pero sólo por cinco días. Bueno -repuso al fin –tu quédate, pero después no te quejes.
-¿Me estás amenazando? -y por primera vez en la conversación, él desvió los ojos hacia mí.

-No es una amenaza, sólo te digo que hagas lo que quieras, que a la vuelta yo también haré lo que me dé la gana -por el rabillo del ojo pude ver como sus dedos apretaban el volante.

-Como si ya no lo hicieras…, pero ¡está bien! ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué vuelva? salgo hoy entonces… -lo vi poner el intermitente, mirar el espejo y cambiar de carril aumentando considerablemente la velocidad con la mandíbula apretada.
-Patricia, estoy trabajando y no tengo tiempo para esto.

-Como cada vez que te llamo -repuse enojada mirando por la ventanilla.
-Creo que a la vuelta vamos a tener una conversación -su tono fue demasiado frío.
-Estaba pensando lo mismo…

-Cuando te dignes a venir, llámame y te voy a buscar.
-No te preocupes, me tomo un taxi. -Su mano derecha seguía inmóvil en el volante y con la izquierda se acarició la barbilla y suspiró.
-La verdad no sé para que me llamas si tienes todo pensado.

-No soy tu hija, no te llamé para preguntarte sino para que no me esperes.
El silencio fue largo, apoyé la cabeza en el respaldo y lo miré. Él también esta rígido, aferrado al volante mientras sujetaba la palanca de cambios. 


-Bien -la voz de Leo llegó algo más suave -después hablamos.
Corté, mi vista se clavó indiferente en el paisaje y jugueteando con el celular entre mis manos, bajamos de la autopista. Redujo la velocidad, giró el volante hacia la derecha y rompió el silencio.
-Te metí en un problema ¿no?

-No tranquilo, nada que no pueda solucionar. Lo que me molesta es haber discutido en tu presencia.
-Por mí no te preocupes, me costó contenerme pero… ¿te habló muy mal?
-Él no es malo, sólo tiene fea forma de decir las cosas, a veces no se controla pero después se le pasa.
-Y se amigan… 

Sólo lo miré, no podía negarlo. Él pareció leer mis pensamientos y tomándome de la mano sin apartar la vista del frente habló con ternura.
-Es normal, es tu marido, pero ahora estás aquí. Ahora eres mi mujer…
-No voy a pensar en mi regreso -dije emocionada por sus palabras -sé que tenemos que disfrutar el ahora y lo vamos a hacer. -Instintivamente le di un beso en la mano y me acarició la mejilla por un momento.
-¿Qué te dijo el de seguridad? preguntó cambiando su tono de voz.
-Si quería sentarme -le contesté riendo. 


Entramos al living tomados de la mano que estaba desierto y nos dejamos caer en el sofá. Recostó la cabeza en el respaldo, cerró los ojos y vació los pulmones. Mi atención se fijó en la luz del sol que se veía en el parque a través de la gran ventana, cuando giró apenas la cabeza y abrió lentamente un ojo.

-¿Estás preocupada?
-No, no lo voy a permitir –él pestañeó con lentitud, sonrió de lado, estiró su brazo invitándome a que me recostara en su pecho. Obedecí, me centré en los latidos del corazón en mi oído y con las caricias en mi pelo saqué a Leandro definitivamente de mi cabeza. Estuvimos en silencio durante un tiempo cuando de pronto se levantó y se estiró con pereza.

-Voy al comedor a hacer unas llamadas.
-Bien yo voy a la cocina, me olvidé de decirle a Pau que no me prepare la maleta.
-Bien -se dio media vuelta y algo apresurado desapareció.




Paulina estaba sacando los platos del lavavajillas cuando entré.
-¿Cuándo llegaron? no los oímos.

-Nos quedamos unos momentos en el sofá -le informé pensativa.
Desconociendo las últimas noticias se acercó y me dio un fuerte abrazo.
-Sospecho que no pasaran tres años más antes que vuelvas.

-Deja eso para la despedida.
Me separé para no perderme la amplia sonrisa que acompañaba a sus expresivos ojos. Antes de que articule una palabra ya le había contado las ultimas novedades.
-Qué bueno, ¡tenemos dos días más! Pero ¡me podrías haber llamado! ¿no? -Exclamó pegándome en un brazo.

-Se me pasó. No me gusta discutir y menos así, con él a mi lado. No sé, en el fondo creo que me siento mal…

Mientras empezaba a preparar una variedad de ensaladas y con la complicidad que sólo una amiga te puede dar, me sinceré, le conté lo difícil que me resultaba disfrutar de todo cuando pensaba en Leo. 

-Pato, recuerda que todo evoluciona, el mundo, los animales, las personas..., tú no eres la misma que se casó. Y él tampoco. Nos han programado para vivir toda la vida con la misma pareja y lo que es peor, serle fiel en carne y pensamiento. 

-Sí, pero al cambiar, al madurar es como si nos transformáramos en otros individuos, y yo no sé si amo al hombre que hoy vive conmigo...?

-O si él ama a la mujer que eres hoy...
-Tal cual. 

-Entonces, olvida los patrones, sé tú misma, disfruta de la experiencia. Por algo la estas viviendo. Tú no crees en las casualidades. 
-No, para mí todo pasa por algo..., o para algo...
-Piensa amiga, busca dentro. Tenemos todas las respuestas en nuestro interior.

Se hizo un silencio casi revelador. 

-Enrique no debería estar en su casa...-hablé con la sensación de estar recibiendo la información que buscaba. 
-Y sin embargo, está. 
-Y yo no sabía que era su casa, ni nada prácticamente de su vida...
-Y ahora lo estás conociendo todo de golpe. 

-La pregunta del millón es ¿para qué?
-¿Sabes qué leí hace poco? -preguntó Pau mirando por la ventana, absorta en los recuerdos-. Que hay parejas que se encuentran por justicia divina. 

-¿Qué es eso?
-Es algo así como la báscula de las relaciones, como si el universo evaluara si estás dando y recibiendo en la misma medida.
-¿Qué me quieres decir?
-Que igual lo que estás viviendo con el señor Enrique es una compensación divina. ¿Tú sientes que recibes lo que a Leandro le das?  

-No -la respuesta fue rotunda y aplastante. 
-Entonces amiga, ya sabes para qué estás viviendo esta experiencia. Tu báscula, y tal vez la del señor Enrique, están  desequilibradas. 
-¿Eso significa que con él recibiré en la misma medida en la que le doy? 
-No tengo la respuesta, pero con probar la teoría no pierdes nada. Además creo que muchas opciones no tienes. 

-Tienes razón. No me queda otra que confiar en que el universo sabe lo que hace, ¿no crees?
-Confía amiga, déjate llevar y sólo preocúpate por Leandro cuando lo veas. Cierra esa puerta ahora, disfruta y no pienses. 

-Yo leí que cuando pensamos en el futuro, interferimos en el plan divino y las coordenadas de la solución perfecta, se mueven. 
-Con más razón entonces, deja que todo fluya y diviértete.   

Mientras nos abrazábamos llegó Steffy para informarle a Pau que el señor la llamaba. Al quedarme sola y con un vaso de limonada le cerré la puerta mental a mi vida en Buenos aires.  

-¿Sabes cuántas veces me llamó Gaby?
Llena de energía entró a la cocina y siguió con las tareas mientras me contaba los diálogos que habían tenido. Nos reíamos cuando él entró hablando por teléfono.
-¿¡Hola Sol!? Cuánto hace que no te veo...

Su risa fue tierna y como si no estuviéramos ahí, continuó.
-¡Pues eso lo arreglamos! Qué ansiosa eres ¿no?
Tomó el vaso que se había servido y salió riendo.

Para negarlo, me puse celosa. “¿Con quién habla?” me pregunté a la vez que Pau seguía con su relato, sabía que no tenía derecho, pero no pude evitar sentirme incomoda. 

 La bandeja que se llevaron al comedor tenía una gran cantidad de diferentes platitos de carnes, en el centro tres ensaladas y un cuenco con verduras salteadas. Paulina posó sus ojos en mí y me dí cuenta que algo me había preguntado.
-¡¿Qué si vas a comer?!

-Sí claro -contesté tratando de aparentar normalidad.
-Te está esperando en el comedor. A ti te pasa algo…
-No, ¿qué me va a pasar? Tengo calor y estoy mal dormida nada más.
-Sí, claro… –escuché al pasar por la puerta.

Rezaba para que en su presencia fuera mejor actriz, de lo contrario iba a tener que darle explicaciones que no quería, o que ni yo entendía.

El comedor se encontraba en el lado opuesto al living, una habitación a la que aun no había ido. El ambiente era acogedor, la mayoría de los muebles de roble, la combinación con el arena de las alfombras era perfecto y la luz de los ventanales se multiplicaba al atravesar el blanco de las cortinas.

-Con el calor y lo tarde que desayunamos pensé que una combinación de ensaladas y carnes estaría bien. ¿Te gustan?
-Sí está muy apetitoso -desvié la vista hacia fuera para concentrarme en lo que esperaba que fuera mi mejor actuación. 
-A ti te pasa algo…

-No -contesté con rabia hacia mi misma –estoy bien. 
Sus ojos trataron de leer en los míos el motivo, pero no se lo permití. 
-¿No me mientes?

Ante esa pregunta decidí contestarle con la verdad pero mientras que buscaba las palabras exactas Steffy entró con el teléfono inalámbrico en las manos. Fue la única vez que me alegré de que tuviera una llamada.

-Es para usted.
-Gracias -se puso de pie y se alejó – ¿Y? ¿Todo listo...? bien….sí -contestó mirando su reloj de muñeca –Cómo quedamos. Bueno hasta luego… ¡Ah! ¡Sol! Cuando llegue…verás que no me olvidé de ti, tengo lo tuyo. Bye.


Su voz sonaba cariñosa, relajada y demasiado amable. Me contuve. Respiré por nariz, exhalé por la boca. No podía, no debía sentir ira, curiosidad, ni reproche. Pero eran las cosas que pasaban por mi estado anímico en ese momento.

Sonrió unos instantes mirando por la ventana y luego volvió a su asiento. “Era hora” dijo mi voz entrometida.
-¿En que estábamos? -frunció el ceño –Ah… Si… que te pasaba algo…
-No -fue tajante mi respuesta y mi tono.
-¿No me mientes? Algo leo en tu mirada…

-Necesitarás anteojos entonces –bromeé sarcástica.
-Como digas -terminó con una sonrisa amplia – ¿te gustan las ensaladas?  
La curiosidad terminó por desbordar mis emociones. Me acaloré y rogando aparentar tranquilidad, decidí hablar del buen tiempo que hacia.

-¿Quién es Sol?
Me enfurecí conmigo misma. “Ya estaba otra vez mi boca” 
La pregunta salió sin preámbulos, mirando hacia afuera. Podía sentir su mirada chispeante. Se la estaba pasando a lo grande. 
-¡Ah! Viene por ahí… no son anteojos lo que necesito. Algo te pasaba.

-No sé de qué hablas -traté de apretar los labios para no reír avergonzada. 
-¿Estás celosa?
Preguntó inclinándose sobre la mesa. Hice un esfuerzo sobrehumano para mirar sus ojos risueños pero me sorprendí al verlo serio. 

-Celosa no sería la palabra justa -sus ojos me interrogaron -insegura creo que lo define mejor.
-¿Por qué?
-¿Por qué? -hablé con algo de desconcierto. Esperaba más una burla que una pregunta.
-Si, dime ¿por qué estas insegura de mí? 

 El silencio se hizo eterno, me debatí con qué parte contestar, ya que la mente decía una cosa y mi corazón otra.
-Porque casi no te conozco y además… ¡nada! ¡Que no tengo derecho a preguntártelo! Haz de cuenta que no te dije nada, por favor.
Sus labios se curvaron y la mirada se le dulcificó. 
-Te pones hermosa cuando hablas así…

-Déjalo -rogué avergonzada -y comamos como si no te hubiera dicho nada ¿si?

-No. Quiero que confíes en mi, quiero que sepas que…, que te pedí que te quedaras dos días más porque la magia que se produce cuando estamos juntos, hace mucho tiempo que no la siento.

Sus dedos jugaron con el borde de la servilleta y reviví sus caricias por mi columna vertebral.

Me erguí.
Lo sentí.

-Para serte sincera -hice un gran esfuerzo para hablar- hace mucho que no me siento una chica enamorada, nerviosa y torpe… -terminé en voz baja.

Respiré profundo y busqué sus ojos, brillaban con tal carga de ternura que me produjeron cosquilleo en el pecho. Sonrió a medias, movió la silla para atrás y tocándose el muslo susurró:

-Ven aquí…
Lo miré algo desconcertada y él levantó una ceja insistiendo. Con las mejillas rojas y algo nerviosa, obedecí. Caminé y me senté en su falda. 

Lo contemplé de cerca, recorrí su frente, los ojos, el contorno de su cara y con un movimiento involuntario lo acaricié con mi índice. Lentamente cerró los párpados y tomándome de la muñeca besó la palma de mi mano.

Me derretí.
-No me hace falta otra compañía -murmuró con los ojos cerrados –estoy tan contento de que te hayas cruzado en mi camino…
-¿De verdad?

-Pocas veces hablé más en serio, te lo dije hoy de camino al estadio, te estas convirtiendo en algo peligroso para mí, me estas recordando -enfatizó sus palabras –cómo se controlan los impulsos.

Su mirada lo decía todo, la conexión que había entre nosotros era indescriptible.
-Desde que te conocí solo pienso en cómo pasar más tiempo a solas. Me siento…, -entornó la mirada y tomó una gran bocanada de aire -me siento libre, niño, temperamental, excitado y revolucionado cuando estamos juntos.

-Nunca me voy a olvidar de estos momentos -pude decir con la voz quebrada.
-Esa es mi intención, “mi reto” -bromeó y su boca formó una sonrisa amarga - todo mi cuerpo esta empeñado en disfrutar cada momento que nos sea posible. Para pensar en cómo seguimos esto, ya tendremos tiempo.

-¿Me perdonarás por querer saber con quién hablabas?
-No solo te perdono –rozó mis labios con los suyos -sino que me alegra, me gusta que me celes.

No pude decir nada más, nuestro diálogo se ahogó cuando ancló con fuerza su boca en la mía. Solo hizo eso, se tomó su tiempo para presionar mientras respiraba con dificultad, y entonces volví a experimentar esa rara sensación de vértigo. La habitación giró, el silencio nos aturdió y el calor aumentó unos cuantos grados. Su mano firme llegó posesiva hasta mi cabeza 

El beso se hizo fuerte, dominante y pasional, nuestras respiraciones se hicieron una y no sabría decir cuál de los dos gimió primero. 

No supe en qué momento sus dedos atrevidos y tibios descendieron a mi entrepierna, pero ahí estaban. Clavé las uñas en sus hombros y me abrí. La palma de su mano grande, imperiosa y hambrienta me acarició con fuerza y delicadeza a la vez. De un momento a otro todo había desaparecido, sólo estábamos él y yo en el mundo. 

Me separé unos centímetros para tomar aire, el oxigeno escaseaba y mis pulsaciones se multiplicaban. Pero entonces ejerció más presión en la zona clave, mi cuerpo se tensó y mi cabeza cayó hacia atrás.

 Por un segundo lo observé y esa expresión quedó grabada en mi memoria. Sus labios estaban curvados y la punta de la lengua brillaba entre ellos. 

Sentí que lo disfrutaba con ese orgullo masculino que aparece cuando un hombre da con el punto clave de excitación en una mujer y fui testigo de la satisfacción que experimentaba al hacerme gozar así.  

De pronto una puerta de algún lugar de la casa se cerró con fuerza y la magia se rompió. Bruscamente se apartó, apoyó su frente en la mía y sofocado susurró.

-Dios… terminemos de comer que nos tenemos que ir…
-¿A dónde? – pregunté fastidiada de quedar a medio camino.
-¿No confías en mi? Mon amour

 Y ejerciendo por ultima vez presión con esa mano experta, me dejó anhelante y acalorada.
-Completamente -contesté estremecida y de mala gana volví al asiento.




La comida fue interrumpida dos veces por llamadas que tuvo que atender y cuando apagaba el cigarrillo, nos levantamos. Llegamos al living y antes de tomar las llaves y haciéndome una seña que se había olvidado de algo, fue un momento a la cocina.

 Una vez reunidos subimos a la cuatro por cuatro y conduciendo con su acostumbrada suavidad, llegamos a la autopista. Como si estuviera apurado, aumentó la velocidad y con mucha concentración recorrimos un buen trecho de camino.

-¿Dónde estas?
-Acá… ¿dónde puedo estar mejor? Disfrutando del paisaje y viendo que nos estamos alejando, ¿no? 
-Así es, te estoy raptando.
-¡Ho! ¿Se supone que tengo que poner resistencia?

-Creo que eso es lo debería pasar -comentó divertido –aunque como ya dijimos antes, entre nosotros es todo al revés.
-¿Y te molesta?
-Si ¡estoy enojadísimo! -exclamó con una carcajada -estoy encantado, sorprendido y muy contento -terminó algo serio -creo que estoy como hace mucho que no pasa.

No pude resistirlo, me desabroché el cinturón y me acerqué, lo abracé y al darle un beso tierno en su oreja, sus hombros se encogieron.
-Así no se comporta una cautiva -dijo con tono seductor.

 -Tienes razón, creo que tengo que estar lo más alejada posible. 
Sin quitar la vista del frente me tomó del brazo y habló en tono imperativo.
-Ni se te ocurra. Estas muy bien ahí.

Entre risas, cosquillas y besos seguimos camino mientras el abrasador sol se ocultaba lentamente.
-¿Falta mucho para llegar?
-No ¿por qué? ¿Te resulta incómodo estar con tu captor?
-No es eso, nada me gusta más que estar así, pero tengo sed y…

-¿Por qué no me dijiste antes? en el asiento de atrás hay una heladerita y tenemos cosas frías, a mí dame una cerveza.
-La habrá preparado Paulina ¿no? –hablé con medio cuerpo en el asiento trasero. 
-Si ¿falta algo?
-No lo digo por eso, sino por que no me dijo nada y eso que la vi rara…

-Si algo esta claro en casa, es la discreción.
-Ya me di cuenta, pero ni conmigo... -comenté abrochándome el cinturón otra vez.
-Especialmente contigo era la discreción, cariño.
Nos refrescamos tomando las bebidas que estaban heladas y se hizo más ameno el camino que quedaba.
-¿Qué te pareció el artista que conociste hoy?

-Fue, un poco raro. Te vi tan distinto trabajando, tan concentrado en lo tuyo que, eras otro ¡de verdad! -hablé entre risas.
-¿Pero la pasaste bien?
-Si la verdad es que la adrenalina que te envuelve es, adictiva ¿no?
-Definitivamente, no lo podías haber definido mejor, nunca me imaginé sin el escenario. No se qué haría.

-Bueno pero lo tienes, así que a disfrutarlo, que si Dios quiere tienes para muchos años más.
-¡Eso espero!
El verde era mucho mas intenso y las casa cada vez más escasas, la arboleda y las flores no faltaban a nuestro alrededor.
-¿Falta mucho?
-¿Y ahora qué? ¿Sigues con sed?
-No – sonreí - ¡ahora quiero ir al baño!
-Tranquila que solo quedan tres horas más…

-¿¡Qué!?
-¡No! -exclamó en medio de una carcajada -mentira, ya no queda nada, pero me hubieras dicho que te paraba en la gasolinera. Pero ¡aguanta! –ordenó divertido –que ya entramos en el camino.

Al mirar al frente me di cuenta que llevaba razón, salimos de la autopista y entramos por un sendero escoltados por frondosos árboles y diferentes flores silvestres. Al final se divisó un imponente portón negro de rejas donde se detuvo. Me di cuenta que no había servicio porque antes de bajar sacó una llaves de la guantera y bajó. 

Me llené de ternura y admiración verlo caminar hasta la  puerta. Llevaba puesto un pantalón de algodón, holgado y una camiseta ajustada que dejaba ver los bultos de la espalda al abrir el gran portón, todo su cuerpo despedía fuerza y sensualidad, era mucho más cautivante de lo que se veía en las fotografías.

Algo estimulada traté de cambiar de paisaje y me centré en la casa que se divisaba a lo lejos. Cuando nos acercamos vi que era una cabaña de troncos rodeada de naturaleza en estado puro. Bajé sin mediar palabra y pude sentir su mirada de satisfacción, apagó el motor y nos encontramos al frente de la camioneta.

-Sabía que te iba a gustar -murmuró abrazándome por la espalda.
-Me encanta...-dije apretando sus manos en mi ombligo –es un lugar encantado.
-Será “nuestro” lugar encantado. Esta es mi guarida y hoy que tengo una rehén, más todavía.

El sonar del móvil se confundió con el canto de los pájaros, en señal de fastidio recosté mi cabeza en su pecho, él sin decir palabra me soltó, abrió la puerta y al apagarlo lo tiró en asiento de atrás. Me había girado para recibirlo con una amplia sonrisa cuando el galope de un caballo me asustó. Una mujer de unos cuarenta años montada en un potro marrón con manchas blancas vibrante y poderoso, se detuvo a unos pocos metros.

 Su contextura era mas bien delgada, el pelo negro hasta los hombros acariciaban su cara tostada y curtida que me dejaba pensar que trabajaría bastante al aire libre. Me recordó el saludo caluroso que se dieron con el de Juan Manuel en su yate. Entre risas intercambiaron piropos y abrazos.

-Cuánto hace que no vienes.
-Estuve muy ocupado, pero no me olvido de ti -le dijo apuntándola con el índice y acto seguido sacó un sobre marrón de la camioneta y a ella se le ilumino la cara sin abrirlo. Lo estrechó en su pecho y luego de un afectuoso agradecimiento se acercaron a mí. Con una sonrisa amplia me dio un beso a la vez que Kiky me rodeaba por la cintura.

-Hola, me llamo Sol.
-Patricia -le dije mirando de reojo lo bien que él la estaba pasando.
-Espero que estén cómodos, creo no olvidarme de nada -sus ojos marrones café destellaron sinceridad y fue cuando me sentí bienvenida.

-Seguro que la pasaremos muy bien –dijo con tono pícaro. La mirada de ella fue divertida y cómplice. Montándose otra vez en el caballo, se despidió con mucho afecto.

-Cualquier cosa, me llaman. 
Ambos sonreímos y se lo agradecimos, cuando la perdimos de vista sabía sin mirarlo que se mordía el labio inferior esperando algún comentario.

-Ella es Sol…-rompió el silencio.
-Si, ya…, ya me di cuenta.
-Mientras tú estabas celosa, cosa que me encantó, yo ideaba cómo pasar un día sabático, solos, sin computadoras, sin televisión y sobre todo sin el celular.


-¡Que tanto me gusta!-comenté con ironía.
-Si, que nos encanta…
-Entonces esto es lo más parecido al paraíso.

Con los ojos cargados de cariño me recorrió y sellamos la paz con un beso. Experimenté la sensación de estar entre sus brazos al sol, en el exterior, sin miedo a ser vistos y me sentí libre y desinhibida.

Tomados de la mano entramos en la cabaña donde un living con muebles de madera y decorado en tono de los azules, esperaba por nosotros. La chimenea se imponía en el centro de la pared y las alfombras tupidas le daban un toque muy acogedor. La cocina era grande tipo americana en color beige, en el centro había una mesa de roble con seis sillas que la rodeaban. 

La claridad entraba por las cortinas livianas y en medio de esa soledad nos sentimos como niños traviesos. Caminó hasta la ventana del otro extremo del living, se pasó la mano por la nuca, giró en redondo la cabeza y mostrando un poco de fatiga por el calor y el viaje, estiró ambos brazos hacia arriba. 
De espaldas me habló.

-¿Damos un paseo antes que anochezca?
-Si claro -contesté desde el espejo del baño.
-Nos tendríamos que poner ropa más cómoda ¡con este calor! ¿Me prestarás algo?
-No es necesario, ahora traigo el bolso de la camioneta con nuestras cosas.
-¿Cómo? -pregunté saliendo con el cepillo en la mano – ¿Tenemos ropa? ¿Quién la…

No continué, me contesté sola, Pau habría buscado en mis cosas. “Espero que haya acertado en lo que me preparó si no, ¡me va a escuchar!” 
Me reí sola, no me imaginaba enojada con mi hermana del alma.

-Esto también es discreción -hablaba caminado hasta la puerta –pero no te enfades, es parte de la sorpresa y seguro que escogió muy bien la ropa. Es tu mejor amiga ¿no? Ella solo esta haciendo su trabajo.

Acto seguido salió dejándome pensativa. 
-Qué diferente parecía el señor Enrique cuando se ponía serio, y qué extraña habilidad tenia de saber exactamente lo que estaba pensando…

Volvió con el bolso y terminé de cambiarme antes que él, fui hasta la heladera y vi que estaba bien equipada. Al cerrar la puerta entraba a la cocina con un short negro y una camiseta ajustada verde aceituna.

-¿Te gusta nuestra guarida?
-Estoy encantada, es acogedora, cómoda y tan simple…
 Se apoyó en la mesada, cruzó los brazos y recorrió el ambiente con la vista.
-La verdad es que es el lugar donde busco paz. Es donde me refugio de mi otra vida.
-¿Como el yate?
-Como el yate, pero aquí tenemos más cosas para hacer.

-¿Como qué? -pregunté sirviendo refrescos fríos.
-Como nadar, andar a caballo, trepar a los árboles…-y las risas no lo dejaron continuar.
-No te creo -dije divertida -yo no me veo trepada a los árboles, ¡Y por favor! No empieces con los retos.

Él tiró la cabeza hacia atrás de la risa y prometió con un gesto no decirlo. 
Tomados de la mano, relajados y con la naturaleza como única compañía salimos por el sendero.
-¿Vienes seguido acá?

-Cuando la vida me deja sí, ¡y vengo solo! Si es lo que quieres saber.
-¡Yo no pregunté nada! -exclamé divertida.
-¡Pero lo pensaste!
No me quedo otra opción que reconocerlo, la imagen de él con otras mujeres era cada vez mas repetida en mi mente.

-La verdad -continuó –es que vengo solo, esto es el desenchufe total de mi realidad, dejo de ser el artista para convertirme en un hombre que necesita estar pura y llanamente consigo mismo…
-¿Y se logra? -disfrutaba de su imagen sombreada por los arboles frondosos que nos escoltaban.

-Aquí es imposible no lograrlo como ves…-habló tomándome por la cintura -no hay nadie, no hay comunicación y la naturaleza habla su idioma a cada paso.
-Es un lugar soñado.
-Es mi refugio, y es necesario…

El camino no tardó en desembocar en una pequeña laguna rodeada de frutales y diferentes flores. Era un verdadero deleite para la vista, respiré profundo me solté de sus brazos y me acerqué al tronco más próximo.

Capítulo 13




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